El recuerdo de Wouter Weylandt estuvo presente durante la celebración de la cuarta etapa de la edición 2011 del Giro de Italia, disputada entre Genova Quarto dei Mille y Livorno, sobre 216 kilómetros, finalmente neutralizada en señal de duelo por el fallecimiento del belga en la jornada del lunes.
El Leopard-Trek, formación del corredor de 26 años, decidió continuar en carrera pese al dolor que reina en todos sus componentes, abatidos tras el fatal accidente de su compañero en el descenso del Passo del Bocco, que le produjo la muerte en el acto, según confirmó la autopsia.
"Nuestra posición era estar lo más cerca de los chicos y tomar la decisión más ajustada en tan difícil situación. Desde nuestro punto de vista, era muy importante salir porque fue la petición de la familia y porque era importante para el equipo, nuestra vida está aquí", señaló el mánager del equipo, Bryan Nigaard, antes de la salida.
El director recordó que "en los momentos complicados es importante estar juntos y compartir el dolor y las emociones". "En días como hoy, se dejan de lado todos los problemas, y el ciclismo se comporta como una familia. No es un día para estar solo", afirmó.
Antes del inicio de la etapa, se guardó un respetuoso minuto de salida en memoria de Weylandt y posteriormente se dio paso a la jornada, muy dura para todos los ciclistas, entre ellos el velocista americano Tyler Farrar, muy unido al belga y que reconoció haber perdido "a un hermano y amigo", y dejando la ronda italiana una vez terminada esta jornada.
Según lo acordado, todos los equipos encabezarían el pelotón cada diez kilómetros, y cuando restase uno, el líder, el escocés David Millar, daría la orden para que el Leopard-Trek se quedase solo en cabeza junto a Farrar para cruzar la línea de meta, similar a lo que sucedió en el Tour de Francia de 1995 con el Motorola y el fallecimiento de Fabio Casartelli.
Además, las pancartas, los aficionados portando el dorsal del fallecido, el número 108, y los aplausos acompañaron a los corredores, que portaron brazaletes negros, durante esta larga y sombría etapa de casi seis horas de duración, y las campanas del santuario de Montenero y la iglesia de San Jacobo, en Livorno, sonaron al paso del gran grupo.
Y mientras el pelotón rendía el homenaje a Weylandt, sus familiares, encabezados por sus padres y su mujer llegaban a Italia sumidos en el dolor. Tras pasar por el hospital de Lavagna para reconocer el cuerpo, acudieron al lugar del accidente, donde depositaron unas flores en recuerdo del belga, y luego intentaron estar en la meta de Livorno para el final, pero no llegaron a tiempo.
Este miércoles, el Giro de Italia intentará recuperar su normalidad con la vuelta a la actividad deportiva con la disputa de la quinta etapa, entre las localidades de Piombino y Orvieto sobre 196 kilómetros y con un final empinado, con alguna rampa del 15 por ciento, que podría dar pie a la primera batalla entre los aspirantes a la victoria final.
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